sábado, abril 14, 2007

Agua bendita

Llevas más de tres horas tumbada en la cama. Son las cuatro de la madrugada pero no puedes dormir, ni siquiera tienes sueño. Llueve, a cántaros. Con hoy ya van dos semanas de lluvia sin parar. La gente empieza a preocuparse, no es normal en España, siempre con tanto sol y calor. Muchos se han puesto de mal humor, están irascibles, agobiados. Y también los hay con la cara gacha, melancólicos y afligidos. Tú, sin embargo, permaneces tumbada, flemática e impasible. Hace días que no hablas más de lo estríctamente necesario, apenas gesticulas y tus movimientos son lentos y torpes. Desde hace unas semanas contemplas la posibilidad de que estés ya muerta, al menos por dentro. Todos te ven, incluso te hablan, pero has dejado de aprender, querer, sentir; como si ya no tuvieras alma.

No deja de llover. Tienes la ventana cerrada pero oyes la lluvia caer como si estuvieras en plena calle. Te gusta. Cuando llueve no se oye al silencio, por eso te gusta. Entonces te acuerdas de cuando tu abuela te decía que la lluvia era como agua bendita pues rejuvenecía y devolvía la vida a los campos áridos, a las hierbas muertas, a las flores tristes que no pueden brotar. Tú eras una flor para ella, una orquídea blanca y delicada como tu piel, sonrosada como los suaves pómulos de tu cara.

Para un buen cuidado, las orquídeas precisan ser pulverizadas con agua blanda continuamente, además de una humedad ambiental alta. Tú, no obstante, desconoces la sensación de sentirte mojada.

Sales de la cama de un salto, te vistes con la camisa holgada que cuelga del perchero y sales a la calle, sin zapatillas ni chaqueta, tampoco con paraguas. Caminas hasta el centro de la calzada y te quedas quieta. Empiezas a sentir cómo la lluvia choca contra tu cuerpo y se desliza por él, como si alguien te regara desde el cielo. Estás empapada. El pelo te chorrea, gotean tus pestañas y tu pequeñita nariz. Notas como tus pezones empequeñecen y se vuelven cada vez más duros. Te desabrochas los botones de la camisa y observas cómo se te eriza la piel. Tus manos jamás se habían deslizado tan fácilmente por tus senos, tu vientre, tus muslos, hasta perderse por las profundidades de tu cuerpo.


Sientes que vuelves a estar viva.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

prefiero postear aquí y decirte más cositas
es precioso el texto, niña, de esos q me sacan la sonrisilla
además, en este caso, mientras lo leía estaba viendo todas las imágenes. la calle, la lluvia, el cuerpo mojado... no sé, creo q lo has descrito todo perfectamente.
me ha encantado de verdad, la forma y el fondo.
un besito

Fhil Navarro dijo...

Hola.
Un texto muy humano, me ha gustado mucho. Especialmente que te hayas atrevido a describir "sin preocuparte". Pronto seré yo quien te pida que empieces a postear más a menudo. Jeje...
Te anuncio que me he quedado sin textos olvidados, que sean breves, así que me temo que los textos tardarán en llegar.

-Entre tú y yo, si te entran ganas tengo unos cuantos textos largos que te puedo pasar-

Bueno, no me enredo más. Cuídate.
Un besiño, y me alegro que se sintiera más viva.