viernes, diciembre 15, 2006

Ella no las quería

¿Qué significan las flores para quien no las quiere?
¿Qué brillo y color pueden transmitir?
¿Qué sentimiento de compasión o condolencia infunden?
¿Cómo pueden entenderse como una muestra de devoción hacia el fallecido
cuando su último deseo no se está respetando?
Los sentimientos los llevamos dentro;
¿es necesario pasar por alto últimas voluntades para exteriorizarlos?

sábado, agosto 12, 2006


La playa del Triador

No tienen vida.
Están ahí, aparentemente inertes,
soportando cuerpos y esteras. Agua y roca.
Consecuencia del trabajo de nadie.
O quizá del aire…

No tienen vida pero acogen a la madre y al niño.
Ocupan al astro aburrido y al cigarro apagado.
No tienen vida. Se sumergen sin respirar.
Entran. Salen.
No respiran pero saltan en el agua esquivando el oleaje.
Tapete de baraja. Masaje para el pie.

No tienen vida. ¿O sí?
¡Necesito ese cosquilleo otra vez!


Nacho P.

viernes, agosto 04, 2006

Ausencia

Apenas te he dejado,
vas en mí, cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida por mí mismo
o colmada de amor, como cuando tus ojos
se cierran sobre el don de la vida
que sin cesar te entrego.

Amor mío, nos hemos encontrado
sedientos y nos hemos
bebido todo el agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego muerde,
dejándonos heridas.

Pero espérame,
guárdame tu dulzura.
Yo te daré también
una rosa.


Pablo Neruda

sábado, julio 15, 2006

Sucedió en una escalera

Se rumorea que tal día como hoy, ahora hace seis meses, un príncipe y una princesa de reinos distintos se prometieron en una escalera amor verdadero, desafiando así las leyes y normas de sendos reinos. Solo la luna que alumbraba aquella noche conoce el secreto de tanto amor.

jueves, junio 08, 2006

21

21 años en este mundo.
21 años a tu lado, y al tuyo, y al tuyo y al tuyo…
21 años de risas, de lloros, de llantos, de penas, de angustias, de alegrías, de sorpresas, de malas caras, de nervios.
21 años dando y recibiendo besos. Y abrazos.
21 años emocionándome al escuchar ciertas canciones.
21 años soñando con los ojos cerrados, o abiertos.
21 años conociendo gente, deseándola, queriéndola, odiándola, llorándola, admirándola, envidiándola, alabándola.
21 años compartiendo.
21 años preguntándome por qué yo?
21 años aprendiendo, errando, mejorando.
21 años presumiendo, yendo de chula, o no.
21 años mirándome en el espejo para asegurarme de quien soy.
21 años rezando a mi dios.
21 años disfrutando pequeños placeres.
21 años arrepintiéndome de no haber hecho cuanto quise o de callarme aquel instante.
21 años avanzando, cayéndome, volviéndome a levantar.
21 años consumiendo innecesariamente.
21 años autoevaluándome.
21 años burlándome. De mi misma.
21 años criticando.
21 años acariciando, saboreando, oliendo, viendo lo que otros no pueden tener.
21 años acostándome a las mil.
21 años dando gracias por lo que tengo.
21 años desahogándome con los amigos.
21 años derramando lágrimas en un papel.
21 años escuchando de tu boca que me quieres, que aguantas por mí.
21 años quejándome por tonterías.
21 años mimando(te).
21 años intentando olvidar lo inolvidable.
21 años tapándome los oídos para no escuchar.
21 años buscando.
21 años emocionándome por tonterías.
21 años con miedo a perder lo que más quiero.
21 años ofreciendo mi cuerpo a otros.
21 años aprobando, suspendiendo, repitiendo.
21 años sumergiéndome en la bañera para dejar pensar.
21 años madurando.
21 años aguantando y ayudando a aguantar.
21 años emocionándome con el silencio.
21 años preguntándome cosas.
21 años dando la lata.
21 años llorando sin saber por qué.
21 años viendo el mar. El sol.
21 años oyendo tu voz.
21 años con esperanza.
21 años… muchos, no? y que poco valor tendrían si no fuera por ti…

sábado, abril 29, 2006

(Des)consuelo


Llámenme ilusa, incrédula, inmadura; les advierto que ya escucho impasible cualquier cosa. Opinen lo que les salga de los cojones, apresúrense a decir que las mías son palabrerías y que tengo mucho cuento. Háganlo, adelante, pero tengan en cuenta que quizás ustedes no han vivido lo que yo.

Hará cuatro meses de ello. Fue él quien lo pisó y no cualquier otro. Él, ése que conocí una noche que no tenía pensado salir. El mismo y el único que, entre todos, se lanzó. Hubiera podido no conocerle jamás y sin embargo lo hice. Ocho meses disfrutando de él, y no de otro. ¿Y qué son ocho meses en 21 años? Y si son tan pocos, ¿por qué tuvo que estar en mi vida ese tiempo? ¿Por qué le tuve que conocer yo? y ¿por qué me lo "quitaron" tan pronto? O lo que es más importante, ¿por qué fue su vida la que llegó a su fin y no otra?

Me resisto a pensar lo que probablemente ustedes están pensando. Aceptar que las cosas funcionan así a mí no me vale. Ni me basta. Me parece inaceptable. La vida no puede ser tan sencilla. Tampoco tan fortunosa. Tiene que haber algo, llámese destino o fuerza divina, que lo mueva todo. Que justifique nuestros actos. La vida de uno no puede depender de una baldosa en malas condiciones; vale demasiado para que una mala postura termine con ella. Ha de existir algo más en esta mierda de mundo además del azar.

A mí el azar no me consuela y tampoco escuchar que Dios se lo llevó porque lo quería a su lado. ¿Qué pasa con lo que yo quería? ¿Y con lo que él deseaba? Así es difícil que algo me consuele. Que te llamen para decirte que alguien como él ha muerto ni se olvida, ni se acepta ni encuentra consuelo. Asumir que no vas a volver a verle ni a escuchar su voz nunca más no se acepta tan fácilmente. Es sencillo decirlo "así es la vida, unos nacen, otros mueren" pero no es más fácil vivir sin él porque sea así.

Cuando te das cuenta de que ya no le puedes llamar, de que no puedes reírte con él, de que no puedes abrazarle, ni besarle y sobre todo de que vas a tener que seguir adelante sin él, pocas cosas te consuelan. Vivir pensando que no había ningún motivo para que fuera él quien muriera y no yo es insoportable. Tanto, que si no busco consuelo en el destino no puedo seguir adelante. El problema es, que aun existiendo ese sino, su muerte, además de injusta, me parece injustificable.

sábado, abril 15, 2006

La sonrisa no aparecía y se delató


En vez de sopa veía la cara del chico en la cuchara y no quería que su madre la viera también. Sorbía rápido para llevársela pronto a su interior pero no fue suficiente. Se le notaba en la cara; los ojos hablaban por ella. Al preguntarle por él, se le encogió el estómago y se le tensó la piel. No quería preocuparla, prefería aparentar que todo marchaba sobre ruedas, pero gastó tantas fuerzas pensando en qué iba a decirle, que se quedó sin ellas para sacar la dulce sonrisa que solía brillar en su rostro cuando hablaban de chicos. No le quedaba otra; se había delatado sin decir nada.

"A veces me da la sensación de que no es lo que quiero. Lo que necesito, más bien. Sé que cada uno es como es, de acuerdo, pero también sé que en una relación los dos tienen que poner de su parte y me encantaría ver que también él lo hace. La cuestión es adaptarse, amoldarse, adecuarse al otro, ¿no? Pues que lo haga o que lo intente por lo menos! Que sí, que no le voy a cambiar, eso está claro, y tampoco él a mí. Pero si de verdad queremos estar juntos, tendremos que hacer algo, digo yo! Estoy cansada de escuchar la frase comodín “no me lo tengas en cuenta”. ¿Cómo voy a hacer eso? ¿Me está diciendo que he de pasar por alto la tarde en el aeropuerto? ¿Que no pasa nada si no me da la mano cuando estamos con 15 personas que no conozco? ¿Que no me lo tome a mal si en toda una noche no me da un beso? ¿Que no pasa nada si su madre se queja de la factura del teléfono? No sé, siempre estamos igual. Le quiero muchísimo y lo sabe pero ya se lo dije, o cambian las cosas o mejor lo dejamos".
La respuesta de su madre fue, como siempre, contundente y clara: "Haz lo que tengas que hacer, quizás sea verdad que tengas que darle tiempo, o mejor dicho, daros tiempo los dos pero no olvides que en vuestra relación hay cosas que no cambiarán jamás. Haz lo que te dicte tu corazón pero por favor, no sufras. No hace falta que te diga, cariño, que desgraciadamente tienes cosas más importantes por las que sufrir"......................................... Dejó la cuchara y pasó al segundo plato.

martes, marzo 07, 2006

¿Solo tres horas y media?

Tres horas y media no es demasiado. ¿Seguro? ¿Y si se necesitan tres horas y media para poder ver a tu pareja cada vez que quieres? Entonces ya no lo son, ¿verdad? Y sí, es cierto que los avances tecnológicos no dejan de aumentar pero, ¿pueden los móviles o el messenger conseguir lo que consigue un abrazo?

Ella vive en Barcelona, él en Zaragoza. Se ven tres días al mes. Setenta y seis horas aprovechadas al máximo, cierto. A veces se pasan en la cama más de catorce horas y no saben estar más de veinte minutos sin besarse. Todo lo intensifican; dan valor a cosas que otras parejas no dan, ya sea un cruce de miradas en un bar, cogerse de la mano, una caricia viendo la tele, un abrazo, quedarse dormido estando con el otro, el uso del móvil estando juntos, etc., y por supuesto las palabras. Para ellos lo que el otro diga y cómo lo diga es importantísimo. En esos tres días todo tiene que ir sobre ruedas y cualquier tontería, cualquier palabra no esperada puede llevar a un malentendido. Pero pese a todo, el fin de semana suele ser fantástico. El problema es que la cenicienta o el príncipe tienen que volver a casa antes de que el domingo llegue a su fin. Se despiden, en el andén hablan poco o dicen lo mismo que la otra vez. Seguro que tienen ganas de decir o hacer mucho más pero no lo hacen porque cada uno tiene su vida, sus estudios, su casa, todo… menos su pareja.

Ella odia las despedidas y más cuando sabe que la próxima vez que se vean será el mes que viene. Le jode y quiere llorar, gritar, rebelarse contra todo. Además tiene miedo. Él dice llevarlo mejor; es un chico. Ellas suelen ser más niñas y por supuesto más lloronas. Le gustaría ser como él, no martirizarse ni llorar cada vez que necesita abrazarle y no puede. Lo intenta pero a día de hoy le resulta imposible. Treinta y un días sin abrazos, sin besos, sin desayunar juntos, sin perfilar su cuerpo, sin hacerle cosquillas, sin sabor a fresa, sin verle sonreír, sin dormir a su lado…

Pero lo peor de todo es que a veces, cuando lo piensa, se pregunta para sí misma si vale la pena estar así, si se merecen los dos tener una relación como ésta. Hay más, ¿podrán aguantarlo? Y si pueden, ¿por mucho tiempo? ¿Puede más la ilusión que la tristeza? ¿Puede la ilusión realmente conseguir que una relación tan complicada dure?

(Solo) tres horas y media…

domingo, enero 01, 2006

Yo seguro que no me atraganto con las uvas


De pequeña esperaba la noche de Fin de Año con muchísima ansiedad, como todos los chiquitines de las casa, vamos. Luego me hice mayor y relacionaba el 31 de diciembre con estrenar ropa y zapatos. Hará cosa de dos años que la fiesta ha dejado de entusiasmarme; demasiado egocentrismo y falsedad juntos en una sola noche que, en un principio, ha de ser maravillosa… En el 2005 la cosa ha ido a peor, o no, tampoco tiene por qué, de hecho, quizás esté haciendo más que nunca lo que me apetece de verdad, ajena a cualquier influencia y planes de amistades que te invitan a sus fiestas y te envían mensajes cuando no te llaman en todo el año. Y es que nunca lo entenderé, en 365 días solo se acuerda uno del otro en Nochevieja. Aunque, claro, quizás es porque ya no voy detrás de la gente. Sí, debe ser por eso; en el momento en que dejas de hacerlo, estos se aleeeeeejan todavía más. Repelente hipocresía, ¡cómo la odio!

Este año nada de nada, por no haber no ha habido ni uvas. Mira tú por donde, mi familia y yo hemos hecho caso omiso a la imaginativa idea de esos agricultores murcianos de principios de siglo. Sí seguimos la costumbre en el 2004 e, incluso tomando una a una cada uva al ritmo del reloj, de suerte nada de nada. Ha sido el 2005 un año para olvidar. ¿¡Para eso tantas uvas e historias?! Recuerdo que llegamos a seguir algún ritual ‘mágico’ como la cinta roja o el anillo en la copa de cava a la hora de brindar pero aún así ni rastro de salud, dinero o amor. Es verdad que no todo ha sido malo: nació mi ahijado, lo conocí a él, también a ella y a ellos y viví experiencias y emociones nuevas; pero si cosificara todo lo bueno y malo de este año y lo pusiera en una balanza, vencería de sobra lo negativo.

Malo, malo. Llámeseme egoísta pero ni doce meses me fueron dados para conocerle mejor y disfrutar de él. Le vi por primera vez el 23 de abril de 2005, el 9 de diciembre se lo llevaron y con él una parte de mí. Nacemos y morimos, eso lo sé, el problema es que en casos como éste ni lo comprendo ni lo acepto. Pero hay más: con una vez tampoco había suficiente y la enfermedad resurgía de nuevo en su interior y con ello sesiones de tratamiento agotadoras, horas de viaje interminables, lágrimas de cocodrilo y haciéndose camino entre todo lo anterior, la fuerza de voluntad que solo ella puede tener. Y más: él tampoco se libró de medicamentos; en el 2005 se diagnosticaba finalmente lo que el injustamente conejillo de Indias llevaba arrastrando desde hacía ya tiempo. Y más aún: también se caracterizó el año por el alejamiento, que en la mayoría de los casos llevó a la indiferencia o al olvido. Y por supuesto la lotería tampoco tocó (de amores mejor no hablamos).

Y ahora dime, tú que tanto te sorprendes cuando escuchas mis planes para fin de año, ¿tengo yo algo que celebrar? Lo que yo quiero es soñar y ojalá tuviera un megáfono enorme para que se escuchara mi voz también en tu mundo. Ya me da igual que consiga con eso etiquetarme de poco realista, infantil o inmadura. Me gustaría cerrar los ojos, rebobinar en el pasado, montar las cosas de otra forma y ya puestos, poder escoger. Yo no deseo mal a nadie, ni a la persona más odiosa que haya conocido nunca pero tampoco lo deseo para los míos. Quiero poseer esa fuerza divina para decidir yo también quien merece “x” y no “y”. ¿No hay ningún consejo ‘mágico’ para conseguirlo? ¡Qué indignación, por Dios!

Rabia, desencanto, tristeza, soledad, decepción, angustia, impotencia, miedo, frustración, injusticia, desesperación y un profundo agradecimiento por la posibilidad que se me brindó de conocerle y estar a su lado, porque ahora le siento más cerca que nunca. Estas son mis 12 campanadas de este año; un panorama desesperante, ¿verdad? Sobre todo cuando ni el más que cansino Ramón García ni los pocos mensajes sinceros recibidos pueden aliviar el dolor y la rabia que esta noche llevo dentro.