martes, marzo 13, 2007

Irene

Hace dos meses Irene cumplió siete añitos. Le regalaron muchísimas cosas pero, sin duda, lo que más le gustó fue un libro de poesía para niños. Cuando su padre lo vio en el escaparate, supo enseguida que le iba a encantar y así ha sido. Le gustan tanto los poemas de Machado, Neruda, Juan Ramón Jiménez, García Lorca… que todas las noches, antes de irse a la cama, le pide a su padre que le lea uno. Irene es pequeñita y no entiende muchas palabras pero los versos suenan tan bien cuando los recita su papá..! Cuando éste trabaja de noche, Irene se pone triste porque no tiene nadie que le lea los poemas pero entonces cierra sus ojitos e imagina que los propios poetas le recitan al oído.

Esta mañana en el cole la señorita ha explicado a Irene y a sus compañeros de clase que las palabras pueden ser masculinas y femeninas, y para que los niños lo entendieran mejor, les ha dicho que el masculino es el marido y el femenino, la mujer, así por ejemplo -decía- el carnicero es el marido de la carnicera y la carnicera, la mujer del carnicero.

De vuelta a casa, Irene coincide en el bus con su vecina, la señora Herminia.

- ¿Cómo va el cole, Irene? ¿Estás aprendiendo muchas cosas?
- ¡Sí!
- ¿Y te gusta la profesora?
- Sí, ¡mucho!
- Oye, y tú, ¿qué quieres ser de mayor? ¿También profesora?
- No.
- ¿No? ¿Qué quieres ser pues?
- Poetisa.
- ¿Poetisa? ¿Y eso por qué?
- Para tener un marido poeta.

Sofía

Sofía tiene seis años y vive en las afueras de Madrid. Cada día coge el autobús 59, que le deja a solo cinco minutos de su colegio. La mayoría de sus amiguitos van en coche pero ella odia los coches, no soporta la idea de que algo tan rápido y moderno expulse continuamente humo sucio y maloliente. Su mamá también coge el bus para ir a trabajar; dice que es lo más rápido y cómodo, así que reserva el coche para el fin de semana o para cuando van a la casa de campo de los abuelos.

Esta tarde, como cada martes, Sofía y sus compañeros han tenido clase de canto. Casi todos los días salen al patio a cantar pero hoy, como el martes pasado y el anterior, también ha llovido y han tenido que quedarse en el aula. La profesora no está demasiado contenta con la pequeña; constantemente le dice que tiene una voz preciosa pero que desafina continuamente y que no pronuncia con claridad las palabras, e insiste en que si pusiera más interés podría hacerlo mucho mejor. A Sofía, sus quejas le dan igual; a ella le encanta cómo lo hace.

Al llegar a casa, su mamá le pregunta:
- ¿Cómo ha ido la clase de canto, cariño?
- Bien aunque la señorita dice que canto mal y que a este paso no parará de llover nunca.
- No te preocupes, Sofía, ya verás como poco a poco y esforzándote un poquito más lo harás mejor.
- No estoy triste, mamá.
- ¿Ah, no?
- No, yo quiero cantar siempre así. Estoy muy contenta, mamá.
- ¿Contenta?
- Sí, porque así siempre lloverá y las flores crecerán, y los árboles, y los peces tendrán agua en el río y los tomates y las lechugas del abuelo no se acabarán nunca.