martes, junio 05, 2007

Carta de amor

Querido Javier,

Esta mañana cuando me arreglaba para ir a trabajar he imaginado que venías a casa. Estaba poniéndome ese vestido negro no muy escotado y sin mangas, ése que tanto te gusta, y al subirme la cremallera me he acordado de la suavidad con que lo hacías tú: una mano sobre la espalda tirando el vestido hacia abajo y otra subiendo la cremallera con mucho cuidado para no hacerme daño. Después la bajabas con la misma delicadeza, como si con cada tirón se te estuviera desvelando un valioso tesoro, me quitabas el vestido, embalsamabas mi cuerpo con besos y me volvías a vestir. Bendecías mis piececitos con caricias, me ponías los zapatos y me despedías con un beso en la frente.

Cuando volvía del trabajo, tú, que estabas regando las flores del patio, te enfadabas conmigo por no haberte dicho nada al entrar, yo, que como casi siempre, llegaba de mal humor, agobiada con mis asuntos, te suplicaba que me perdonaras porque no lo había hecho adrede, pero entonces ya no me hacías caso, te ibas a la cocina, te servías un vaso de vino y esperabas en la mesa de madera. Mientras, me desvestía en el dormitorio y antes de meterme en la ducha venías corriendo con el vino en la mano, dejando el suelo perdido. Reposabas la copa en la estantería, me agarrabas vigorosamente por detrás y me echabas a la cama para hacerme el amor.

No sabes cuánto pienso en ti, todos los días recuerdo las cosas que hacíamos juntos, todo lo que compartimos. A la casita de campo le faltas tú pero continúa oliendo a ti. En el escritorio apenas caben más libros, ahora que no estás ya solo me refugio en ellos, bueno, en ellos y en mis pensamientos. Tu bolígrafo y tus cuadernos siguen en el mismo lugar, no quiero estropearlos. Y sigo escribiendo de ti, de nosotros, de mi madre y de mi otro yo. Me encanta escribir a la sombra de los naranjos pese a terminar siempre llena de hormigas diminutas. ¡Estoy tan feliz de haberla comprado y poder compartirla contigo!

La perrita te extraña, a veces entristece porque no le dejo comer galletas y esas cosas que le dabas tú cuando no tocaba. Las flores siguen igual de bonitas que siempre, no te preocupes, nunca se me olvida regarlas, además les he comprado un abono muy bueno para que las encuentres aun más radiantes cuando vuelvas.

He de dejarte, cariño, no tengas prisa en venir, haz cuánto debas y no sufras por mí. Estoy bien, te extraño pero estoy tranquila; sé que un día vendrás conmigo y estaremos juntos.

Hasta entonces sigo esperándote.

Te quiero con toda mi alma,
María.


PS: María es una soñadora. Puede que no se llame Javier, pero un día tendrá su recompensa.

1 comentario:

Fhil Navarro dijo...

Que bonito. Muy dulce.
"Me gusta"

Un besiño.

PS: todos los comienzos son difíciles, no te agobies.

:)